domingo, 12 de abril de 2015

Renunció Sergio Tejada y Ollanta Humala:"Reglaje no tiene cabida en mi gobierno"

Renunció Sergio Tejada 2015-01-26 21:50:15

El legislador Sergio Tejada renunció anoche al Partido Nacionalista por serias diferencias con la mayoría de los dirigentes, incluido el Presidente de la República, en torno a la Ley laboral Juvenil que debe, según él, derogarse por ser discriminatoria contra los trabajadores menores de 24 años de edad.

Ollanta Humala:"Reglaje no tiene cabida en mi gobierno" 2015-01-19 18:22:19

El Presidente de la República, Ollanta Humala Tasso, aseguró hoy que cualquier acto en contra de la democracia no tiene cabida en su gobierno, por lo cual descartó que el supuesto reglaje a la vicepresidenta Marisol Espinoza haya sido realizado por el Estado.

Encuentro de venados 2013-02-20 14:29:00

Publicado originalmente en Debate 114, noviembre - diciembre 2001

Por Marco Martos

 

Hay cosas tan, pero tan ciertas, que parecen inventadas y cuando las conversamos, ni jurando nos cree la gente, porque todo el mundo sabe que la tierra está llena de mentirosazos.

La familia Yarlequé, que vivía acá no más en Chulucanas, había juntado sus centavos para mandar a la Argentina a Tobías, uno de sus hijos, para que algo estudiase y se le fuese lo de mataperro que tenía en la sangre.

Cada verano regresaba Tobías diciendo que estaba matriculado en la Facultad de Medicina, en Rosario. Sólo unos años más tarde los amigos nos enteramos de casualidad que no había estudiado mucho porque no tenía ningún papel que acreditase su inscripción, ni constancias, ni certificados, ni nada. Lo que sabía, pero la verdad es que desde antes de irse, porque se lo había aprendido a su abuelo que era curandero y huesero, era arreglar problemas en el esqueleto de los cristianos, poner inyecciones y recetar pastillas para el dolor de cabeza; para el insomnio recomendaba valeriana o colocar en la noche un floripondio debajo de la almohada; para los problemas del estómago ordenaba una infusión de anís o té cargado; lo que hacía de maravillas eran ventosas para los dolores de la espalda. Los niños se quedaban mirándolo asombrados cuando cogía un cabito de vela, lo ponía sobre una moneda grande en la piel pelada del enfermo, lo prendía con cuidado para que no se derramase la cera sobre el paciente, elegía un vaso mediano, lo disponía boca abajo, cubriéndolo todo, esperaba que se apagase la llama mientras se levantaba la epidermis como si fuese una carpa y luego, con un movimiento rápido, retiraba el vaso. Repetía la operación dos y tres veces y al final el paisano quedaba aliviado.

Todo lo hacía Tobías por pura gracia, no quería recibir ningún pago, decía que cuando llegase a médico recién iba a tener derecho a cobrar por su trabajo, pero por lo mismo que hacía gratis sus curaciones, se hacía de rogar.

En uno de esos viajes de regreso a la santa tierra, nos contó que había venido para casarse, porque ya estaba en edad, y cuando le dijimos que nos parecía raro que allá en el sur no hubiese encontrado mujer atractiva, con la fama de bonitas que tienen las mujeres que viven en Rosario, nos respondió con una mirada pícara:

–De ser lindas lo son, y no solamente las argentinas; hay mujeres de todos los países que son unos monumentos, pero son muy mañosas. Me quiero casar con una antigua compañera de clase.

Era bandido Tobías. No tenía novia, pero tenía anotados en una libreta de hojas amarillentas los nombres de las muchachas que le gustaban desde que era churre. Al lado de cada nombre había puesto inscripciones graciosas: «flaca pero con buenas piernas», «gordita para el invierno», «chancona para hacerla trabajar». Comenzó una peregrinación casa por casa entre sus antiguas compañeras que todavía no habían encontrado marido, que fueron bastantes pues eran muy jóvenes todavía. A todas les iba haciendo la súbita proposición y ellas se le reían en la cara.

–¿Dónde se ha visto –le decían– un matrimonio tan apurado? A las mujeres nos gusta un enamoramiento ni corto ni largo, con todas las de la ley, un mutuo conocimiento, un pedido de mano para que las familias se encariñen.

Pero él erre que erre con su deseo de matrimonio rápido. De todas las casas salía Tobías con la cara larga, aunque lo atendían bien, le invitaban mala rabia, seco de chabelo, pescado frito, sarandajas, cerveza y a veces su clarito de chicha. De tanto ir de un lado a otro empezó a engordar y el tiempo ya se le estaba pasando porque le tocaba regresar a la Argentina «para matricularse en el último año», cuando al fin la Rosita Timaná se apiadó del paisano y le dijo que bueno, que estaba dispuesta a ser su mujer. En la libretita de Tobías sus amigos encontramos la frase sobre la novia: «fea, pero gancho». Pero había pasado el tiempo, Rosita era en ese momento una mujer hecha y derecha; de fea no tenía nada, al contrario, exhibía mucho garbo; cualquiera hubiera querido casarse con ella.

La fiesta del cambio de aros fue lo último bueno que le pasó a Tobías. Después de que terminó todo y la familia Timaná se había retirado a descansar, decidimos amanecer en Catacaos. Salimos en diferentes autos desde Chulucanas; Tobías iba al lado de uno de sus hermanos, que venía manejando medio mareadito. Al llegar a la pista Panamericana, Lucio Yarlequé dio la curva a toda velocidad, sin fijarse en nada, y lo agarró un ómnibus que venía embalado de Lima. El carro quedó hecho un acordeón. Lucio tuvo sólo unos rasmillones, pero Tobías, qué mala suerte, quedó con medio cuerpo paralizado. Lo llevamos al hospital regional de Piura, lo atendieron los mejores doctores, pero pasaban los meses y no podía recuperar la sensibilidad perdida. Los Timaná postergaron indefinidamente el matrimonio de su hija, con una frase que se hizo popular: «cuando se mejore Tobías».

Los que frecuentábamos a los Yarlequé intuíamos que nuestro amigo difícilmente se iba a curar. Justo es decir que la Rosita le guardó mucho respeto a su antiguo prometido, lo acompañó en las dificultades y fue rechazando una a una varias proposiciones de matrimonio.

Todo el mundo andaba con la novedad del accidente de Tobías y admirando la silla de ruedas que había mandado comprar en Buenos Aires, con sus radios de aluminio que centelleaban con el sol, dándole ánimos, diciéndole que la medicina avanza con botas de siete leguas y que el día menos pensado iba a empezar a caminar. Pero el caso no tenía vuelta: Tobías no sentía nada de la cintura para abajo. Que las desgracias nunca vienen solas es una cosa resabida. Un día la señora Petronila, su madre adorada, fue traída de urgencia al hospital de Piura con una serie de males que eran de nunca acabar: tenía problemas del corazón y la presión tan alta que no le bajaba con ninguna medicina, ni con el diente de ajo que tomaba todas las mañanas. El esposo, don Gerónimo Yarlequé, iba y venía todos los días; como si hubiese sido un muchacho, resistía el traqueteo en el ómnibus Piura-Chulucanas. Sus compadres decían que más estaba viajando que reposado en un sitio; él se reía en medio de su tristeza y decía que nadie puede eludir su destino. Muy acomedido hacía todo lo que le pedían los médicos para su esposa, buscaba una medicina rara en las farmacias, llevaba recados a los familiares y, sobre todo, velaba todo el tiempo que el reglamento lo permitía, al pie del lecho de la enferma.

Una de esas mañanas don Gerónimo no llegó al hospital de Piura. Doña Petronila preguntó inquieta por su esposo y nadie sabía qué responderle. Al medio día la noticia corrió como un reguero de pólvora: don Gerónimo se había quedado lelito su cama; nada hacía presagiar la desgracia, estaba entero como se dice, pero el Señor había querido llevárselo a su lado, como dijo el cura de Chulucanas en el sermón que pronunció el día del entierro. Los designios de Dios son inescrutables, bien lo sabemos. Por consideraciones que se pueden entender, la señora Petronila no se enteró de la muerte de su esposo. Le dijeron que había partido de urgencia a Trujillo para terminar un negocio que se le había presentado; a ella le pareció raro que se hubiese ido sin despedirse, pero como los años la habían despojado de cualquier desconfianza y tenía la certeza de que su marido iba a regresar rápido, al principio no le dio importancia al asunto. Los días iban pasando y don Gerónimo no volvía. Doña Petronila se fue poniendo cada día más mustia y con la presión más alta.

–Es un problema de emotividad –decía el médico.

–Que me traigan a mi marido, eso me va a curar –respondía la enferma.

Cuando se dio cuenta doña Petronila de que nadie le iba a devolver a su esposo, de buenas a primeras decidió morirse. Sus últimas palabras fueron:

–Sin Gerónimo conmigo, no tengo ninguna razón para vivir.

 

 

De este modo hubo dos entierros en la familia Yarlequé en menos de quince días. La cara de desolación de Tobías en el cementerio el día que enterraron a su madre es inolvidable. En ese candente sol de mediodía, los que lo veíamos a la distancia no atinábamos a distinguir si era sudor o lágrimas lo que le corría por el rostro.

Pasado el momento de duelo se vino a saber que los Yarlequé fallecidos habían dejado a sus hijos algunas propiedades. Tenían parcelas en Bigote, en Malacasí, en Serrán, y tres casas en Chulucanas.

Los hijos eran tres, Tobías, Lucio y Teobaldo, y parecía natural que a cada uno le tocase una parcela y una casa de herencia. Pero el diablo se entrometió y a Teobaldo, que era el único agricultor, aconsejado por una muchacha de Castilla que estudiaba derecho en Trujillo y que después fue su mujer, se le ocurrió, después de convencer a Lucio que andaba medio en la luna, que era posible despojar de la herencia a Tobías pues el mal de las piernas se le había subido a la cabeza, lo que era una reverenda mentira, por supuesto.

A la Justicia la representan con una venda en los ojos, tal vez porque pocas veces se da cuenta de dónde está la verdad. Con nuestro poco conocimiento de las leyes y con el tiempo que ha pasado nos es complicado recordar. El hecho es que los jueces, de Chulucanas primero y de Piura después, decidieron que Tobías estaba incapacitado de valerse por sí mismo, que no podía manejar su herencia y que necesitaba un curador que resultó ser su hermano Lucio.

Es de imaginarse la cólera de nuestro amigo Tobías cuando se enteró de la decisión judicial, que se hizo entre gallos y medianoche, como suele suceder en estos casos. Al comienzo no supo qué hacer, pero después, aconsejado por algunos de nosotros, buscó un abogado; así fue como llegó donde el doctor Rufo Zapata, que en ese tiempo tenía fama de defensor de los humildes y de las causas aparentemente perdidas, pero justas. Rufo era un jurista muy especial que también era perito contable, trabajaba como un loco, de sol en sol, hacía plata, tenía varios hijos y le gustaba beber. Tobías, que le conocía la debilidad, lo invitaba a las chicherías de Catacaos o de Chulucanas para irle contando minuciosamente la historia de la familia Yarlequé. Rufo lo defendió como mejor pudo, es decir bien, pero estaba enfermo y al final fue descuidando el caso en la Corte de Piura y Tobías perdió en la apelación. Como no tenía dinero para recurrir a la Corte Suprema, empezó a mandar cartas a los periódicos de Piura para denunciar la burla a sus elementales derechos; al comienzo los diarios publicaban sus escritos con comentarios o favorables o benevolentes, pero después los periodistas se fueron cansando de tanta insistencia en un mismo asunto y echaban a la basura sus escritos.

Entonces Tobías cambió de táctica, dirigió sus misivas a los mismos jueces, explicando con minuciosa propiedad por qué él tenía razón y no sus hermanos que lo habían despojado de su herencia. Los magistrados daban miradas distraídas a los reclamos de alguien que no era importante ni tenía ni padrinos en el gobierno o en el parlamento o en la municipalidad o en el ejército.

Un buen día Tobías Yarlequé –que siendo niño había asistido a una escuela casi en la frontera con el Ecuador, en un sitio llamado Encuentro de Venados, donde había sido alumno del célebre profesor Genaro Sullón que tanto había argumentado por la amistad de los pueblos que comparten una frontera, al punto que tenía en su salón el mismo número de niños peruanos y ecuatorianos– mandó una carta al cónsul del Ecuador en Piura, diciéndole que en protesta contra la justicia peruana, a partir del domingo siguiente se iba a considerar ecuatoriano y que lo invitaba al izamiento de la bandera tricolor en la casa que «la voracidad de mis hermanos no me ha despojado todavía, en Chulucanas.»

El asunto sí era una noticia y salió en los diarios de Piura. Cuando el día señalado llegó, lo que más había en la puerta de la casa de Tobías Yarlequé era periodistas piuranos y limeños, cámaras de televisión y cuatro enviados especiales que habían venido desde Guayaquil y Quito. Quien no estuvo, por supuesto, fue el cónsul del Ecuador, quien justamente ese día regresó a su país para consultas urgentes. Algunos temían que la Región Militar de Piura tomase cartas en el asunto, cosa que no ocurrió felizmente. Sólo dos policías, más divertidos que escandalizados, presenciaron, junto con el numeroso público congregado en plena calle, el izamiento de la bandera del Ecuador.

 

Nadie sabe cómo, Tobías apareció con su silla de ruedas, al lado de Rosita Timaná, que lo acompañó, con cara de circunstancias, en el techo de la casa. Había mandado colocar una enorme asta de bandera. La gente que conversaba abajo poco a poco fue callándose y cuando el silencio fue total irrumpió una banda pueblerina con unos aires militares que se suelen utilizar en las ocasiones solemnes. Tobías, auxiliado por Rosita, izó lentamente la bandera del Ecuador. La gente permaneció en respetuoso silencio. Cuando pasaron algunos minutos, poco a poco, cada quien volvió a sus asuntos.

Esa misma noche la noticia se propagó en todo el Perú y el Ecuador por la televisión, y al día siguiente dio la vuelta al mundo como algo pintoresco. Los periódicos de Piura se dedicaron durante dos semanas a analizar desde distintos ángulos el asunto. Se elogiaba la discreción del cónsul del Ecuador que no había querido concurrir a un acto que no le concernía, pues el asunto tenía que ser tratado por la justicia peruana. Algunos juristas se dedicaron a buscar en las leyes y reglamentos el artículo preciso que prohibía a los peruanos izar una bandera extranjera en su domicilio. Encontraron que, de acuerdo con la Convención de Viena, izar una bandera que no es la del propio país es un privilegio que corresponde a las delegaciones diplomáticas sólo durante el día y que el espacio que esa bandera simbólicamente protege, por una ficción jurídica, se considera territorio de ese país, inclusive durante la noche, cuando la bandera está guardada. Pero eso era legalmente insuficiente para sancionar a Tobías Yarlequé. La justicia, una vez más, hizo oídos sordos. Los magistrados consultados por los periodistas se expresaron con galimatías y lugares comunes y nada nuevo aportaron al asunto, salvo decir que no podían actuar porque no había ninguna denuncia específica en los juzgados. Los pocos psiquiatras de Piura tampoco fueron muy locuaces, prefirieron hablar generalidades sobre el peso específico de la infancia en la vida de los hombres. Sólo uno de ellos se animó a hacerle un diagnóstico mental a Tobías Yarlequé, siempre y cuando acudiese a su consultorio, «de propia voluntad», cosa que no podía ocurrir, jamás de los jamases.

Hubo un periodista, Adolfo Nieves, que se animó a hacer una investigación sobre el asunto. Desempolvó el juicio entre los hermanos Yarlequé y llegó a la conclusión de que en el fondo Tobías tenía razón, que había sido despojado por sus hermanos de una legítima herencia. Su artículo final apareció junto a una entrevista que él mismo hacía al profesor Genaro Sullón, quien recordaba a Tobías Yarlequé como un muchacho muy despabilado cuando había sido su alumno en Encuentro de Venados. Interrogado específicamente sobre la escena del izamiento de la bandera del Ecuador en Chulucanas, Genaro Sullón dijo:

–A veces la locura consiste en llevar la razón hasta los últimos extremos.

La opinión en Chulucanas y Piura sobre Tobías Yarlequé era que estaba medio tocadito, pero que tenía razón.

A Nieves le pidieron en el periódico que no insistiera en un tema que ya era un «refrito». La calma fue llegando otra vez, hasta que un día apareció en Piura Tobías Yarlequé y, frente a la Corte de Justicia, comenzó a lanzar dicterios contra los magistrados. Decimos así porque eran insultos rimbombantes, bien dichos, estudiados. La gente que pasaba se reía y la policía, por primera vez, fue condescendiente con el atrevido. Pero como Tobías regresó con la misma cantaleta durante tres días, acompañado de algunos palomillas, al final, por orden del presidente de la corte, fue detenido en la comisaría. Luego de la amonestación fue puesto en libertad.

Unos días más tarde los magistrados empezaron a recibir cartas amenazadoras de Tobías Yarlequé, quien no tenía asesor, pues Rufo Zapata dijo que no quería comprometerse en una empresa que le parecía un desatino. Tobías amenazaba con cortarse uno a uno los dedos de los pies si no se le hacía justicia. Al comienzo nadie, excepto los propios jueces y fiscales, sabía del asunto, pero después las cartas empezaron a llegar a los regidores de los concejos de Chulucanas y de Piura, a los propios alcaldes y al prefecto. Aunque públicamente se guardaba silencio sepulcral para no darle alas al reclamante, la verdad es que había preocupación en las autoridades, pero no tanta como para hacer algo. Además ¿qué se puede hacer con un ciudadano que amenaza a la sociedad con cortarse los dedos de los pies? Habría que tenerlo vigilado todo el día.

Hasta que Tobías Yarlequé cumplió sus amenazas. Se cortó los dos dedos más pequeños de los pies y mandó a los periódicos la foto, donde claramente se puede distinguir la mutilación. No sintió dolor alguno, pero consiguió asombrar a la comunidad. Otra vez se habló del asunto y por fin un magistrado admitió que el caso podría revisarse.

 

Fue entonces que corrió la noticia de la muerte del protagonista; se decía que lo estaban velando en su casa de Chulucanas y los amigos fuimos acompañando a Rosita Timaná, quien a pesar de no tener ya nada que ver con su antiguo novio, se vistió discretamente con una blusa blanca y una falda negra. Cuando Lucio y Teobaldo Yarlequé se enteraron del fallecimiento de su hermano, creyeron que era una estratagema y mandaron a hacer sus averiguaciones antes de acercarse al féretro. Los enviados comprobaron que el velorio existía y los dos Yarlequé fueron a ver por última vez el supuesto cadáver de su hermano. Pero Tobías, que tenía algo de brujo y no solamente de curandero, estaba vivo y coleando: apenas sintió la voz compungida de quienes tanto lo habían atormentado, medio que se levantó en el cajón, les disparó a los pies y los dejó maltrechos, con una cojera definitiva. Una vez más los periódicos se ocuparon de la familia Yarlequé. Tobías fue detenido y condenado a una pena leve que luego el Presidente de la República, en Navidad, en forma graciosa prevista por la Constitución, levantó definitivamente. Pero la justicia no le devolvió ni la parcela ni la casa que le correspondían.

De todo esto nos estábamos acordando el otro día los antiguos amigos, conversando con Rosita Timaná en la Plaza de Armas de Piura, cuando vimos a Teobaldo Yarlequé discutiendo a gritos con su mujer, que ahora es abogada. Ella le dijo en un momento:

_ ¡Cojo, cojo!

–¿Por qué me insultas?

–¿Acaso no eres cojo?

–Sí, soy cojo, y bastante sufrimiento es serlo para que además me lo digas en la Plaza de Armas de Piura.

Rosita Timaná sonrió de una manera perversa.

10 consecuencias de la pensión de la señora Digna 2013-01-24 13:15:00

El Despacho Presidencial (DP) lo conforman el Presidente y la Vicepresidencia de la República (VP), entre otros. La VP, Marisol Espinoza, informó al Presidente Humala el 16 de Enero del 2013, que un programa de televisión iba a rodar un reportaje sobre su abuela de 85 años, quién era acreedora del bono del Programa Pensión 65 (P65) desde Mayo del 2012. A la mañana siguiente, antes de que la historia se publique o el reportaje salga al aire el domingo, preventivamente inició su defensa. La VP realizó una conferencia de prensa en el Congreso junto con su bancada y el Presidente del Congreso para “confesar” lo encontrado por la periodista. Intentando manejar la noticia y sus efectos para el Gobierno, su partido y su despacho, reconoció que su abuela era beneficiaria del P65. La VP Espinoza negó conocimiento previo del hecho y pasó a confirmar las medidas tomadas para solucionar el problema; solicitó al Midis la desafiliación del Programa P65 (que no es legal sin causal) y su familia decidió  devolver la integridad del monto total otorgado a la Señora Digna Sánchez, abuela de la VP (que no tendría por qué hacerlo, si está en su derecho de recibirlo).

El Presidente de la República, así como el Presidente de la PCM y sus Ministros se distanciaron de la VP. La abandonaron para que la respalde el desacreditado Congreso y la bancada oficialista. Si bien la VP es también Congresista, hacer el pronunciamiento desde el Congreso confunde e intenta disminuir la responsabilidad política al Despacho Presidencial y al Ejecutivo en general. Sin embargo, éste es un problema netamente del Ejecutivo, al tener como actores principales del problema a la VP, al Midis y al Programa P65. El Congreso no debería tomar protagonismo alguno, salvo que sea para fiscalizar a la VP. Es lamentable que el Ejecutivo haya querido desafiliarse de este problema, pero más significativo es que el Presidente del Legislativo utilice al poder que actualmente administra para crear confusión e implícitamente dispersar la responsabilidad alquilando al Congreso por unos minutos para la respuesta de la VP.

El episodio con la Señora Digna y el P65 se ha convertido en un problema para el DP. El hecho crea suspicacias y es necesario investigarlo, sobre todo teniendo en cuenta los precedentes de los funcionarios públicos que ha tenido el Perú. El pueblo tiene el derecho y la responsabilidad –sino la obligación– de aclarar su incertidumbre sobre las acciones del Gobierno. Las conclusiones de los ciudadanos, luego de ser informados, generan ciertas consecuencias políticas, económicas y legales, sean estas institucionales y/o personales. Hasta hoy encuentro diez:

(1) Abuela de Vicepresidenta ya no recibe una pensión.
(2) Presidente Humala retiró la confianza a la Vicepresidenta Espinoza.
(3) Desprestigio profesional de Marisol Espinoza.
(4) Desprestigio del despacho de la VP de la República. (5) Desprestigio del DP.
(6) Desprestigio del Programa P65.
(7) Desprestigio del Midis.
(8) Desprestigio de la bancada Nacionalista.
(9) Desprestigio tangencial del Congreso. 
(10) Profundización del desprestigio del sistema político nacional.

Ahora supongamos que la Sra. Sánchez se encuentra en situación de pobreza extrema. Supongamos que cumple con los otros requisitos para acceder al P65. Supongamos que el P65 no se equivocó al empadronar a la Sra. Sánchez. Supongamos que la VP no utilizó su poder para ayudar a que su abuela acceda a los beneficios. Supongamos que es justo -por sus condiciones- que la Sra. Digna obtenga la pensión. Si suponemos lo contrario, existiría una variedad de responsabilidades éticas y legales de la VP, su abuela y otros. Pero supongamos que se investiga y no se encuentran indicios o responsabilidades. ¿Podríamos seguir suponiendo que la privacidad de la Sra. Sánchez (o cualquiera persona) y su casa siguen siendo de interés público? ¿Un reportaje que se enfoca en cómo la Sra. Sánchez sí cumple con los requisitos del P65 sigue siendo de interés público? ¿Supongamos que el reportaje crea la historia y no al revés?

En todo caso, este nuevo escándalo mediático produce consecuencias reales a diferentes personas e instituciones. Aún no se encuentran responsables, ni tampoco podemos suponer con seguridad quién o quiénes serán. Pero lo que sí se puede suponer es que el peso con el que tendrá que cargar los responsables será inmenso, claro está, si se encuentran responsables. De todas formas, otra vez la institucionalidad del Estado peruano se ve críticamente afectada, pero pasa como un simple estornudo crónico encubierto por la costumbre. Algún día se encontrará que el diagnóstico es peor que un simple resfrío. Esperamos que no sea terminal.



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